Cumpleaños que se fueron (y ¿volverán?)

20 de septiembre de 2016


Cada año mi cumpleaños ha ido perdiendo la alegría de la celebración.

Mi familia me celebró mis primeros cinco años a lo grande. No me acuerdo de nada, pero las fotos demuestran que mi familia realmente se esforzaba por brindarme momentos de alegría en esa etapa de mi vida que muchos afirman nunca llegaremos a recordar del todo. A veces digo que yo no haría eso con mis hijos, que es un gasto de dinero innecesario para que el crío no recuerde nada de nada, pero luego veo mi cara de felicidad en las fotos y muy en el fondo agradezco que mis padres hiciesen eso por mí. Fiestas sorpresas en mi nido, cumpleaños celebrados en mi lugar favorito de Lima en la década de 1990 - El Buddy Bear. Sí, ahora es el local de una compañía de autos en una zona comercial de la capital pero en aquella época era uno de los lugares más queridos por los niños limeños. Recuerdo regresar a mi casa con una maletera llena de regalos de todos los niños asistentes.

Los primeros 5 años de mi vida fueron de alegrías.

Luego de ello, por siete años más, mis padres empezar a regalarme viajes. Opulento dirán. Éramos una familia nuclear de clase media limeña, debo admitir que dentro de un país latinoamericano con grandes problemas de inestabilidad política, social y económica, o con tasas desigualdad alarmantes, debo ponerme una mano en el pecho y admitir que me gané la lotería de la vida en varios aspectos. No obstante, mis padres nunca gastaron en grandes lujos materiales u ostentaron pertenecer a una clase que en realidad nos era lejana e incómoda (Mis padres, después de todo, fueron de familias pobres que lograron con estudios llegar a buenos puestos laborales). En vez de eso, mis padres ahorraban cada año para poder ir de vacaciones familiares y - como ellos mismos decían - "mostrarnos el mundo".

Ellos salían de vacaciones todos los octubre. Ambos se habían puesto de acuerdo y solicitaban juntos sus vacaciones en la compañía en ese mes; todo para brindarnos los momentos más felices de nuestras vidas. Cada año viajábamos al extranjero y era en gran parte un regalo de cumpleaños para mí. Mi cumpleaños caía un 20 de septiembre y, en la primer semana de octubre, empacábamos todo y nos íbamos 15 días a disfrutar de la vida. Mis momentos más felices fueron también aquellos. 

Los siguientes siente años de mi vida fueron un sueño.

Por eso la gran pregunta que me viene hoy es ¿Cuándo empecé a olvidar mi cumpleaños? ¿Cuándo terminó por ser aquella fecha random del calendario? ¿Cuándo dejó de envolver magia y celebración? ¿Cuándo aquella personita que desde el 1 de septiembre empezaba a contar los días con emoción desapareció? Mi infancia fue de grandes alegrías. Siempre agradezco por ello. No por los regalos o grandes fiestas, sino por el momento lleno de felicidad que esta fecha siempre representó en mi corazón. 

Pese a que el sombrerero loco tenía grandes razones para celebrar un no-cumpleaños, pese a que cada día de vida creo que merece ser celebrado al máximo, extraño la potencia que el "20 de septiembre" tenía en mi ser cada año. No quiero grandes fiestas, no quiero beber hasta perder el conocimiento, no quiero bulla o miles de saludos que no necesito. Solo quiero un día donde deje de pensar en lo que tengo que hacer, metas, fechas de entrega o problemas de la vida varios. Un día donde olvide todo para celebrarme a mí, a la yo que nació en este mundo y que espera ser feliz en él.

Tal vez es hora que empiece a recordarme a mí misma.

Tal vez. 

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